Lo mismo que se podría sentir al llegar a otro planeta, imagino, es lo que se siente al bajar del avión en la alucinante ciudad de Nuestra Señora de la Paz, el centro político, cultural y financiero más importante de Bolivia.
Le dicen La Paz —se llama Chuquiago Marka en aymara—, y le dicen la Ciudad del Cielo. Razón tienen, porque está a unos 3.600 metros sobre el nivel del mar. Entonces, si no naciste en esas alturas ni estás acostumbrado, la sensación es de sorpresa primero, y a continuación de cansancio. Cuesta respirar. El corazón te late al doble de velocidad, aunque no muevas un dedo. Todo el tiempo estás como si vinieras de hacer una mudanza.
Allá dicen que si sos nacido en la altura, criás un corazón mucho más grande.
La llegada fue increíble, muy tarde, y mientras descendíamos en una combi a las zonas más bajas, era como hundirse en un colosal pozo salpicado de luces. Las calles en pendiente, sinuosas, se internan en un mundo nuevo.
La Paz brota en millones de casitas y edificios bajos y altos, cubriendo laderas y riscos. Es como una súper ciudad con desniveles de vértigo, donde a veces, para bajar de una avenida a la otra, es necesario un ascensor.
Con el día es mayor la sorpresa. La Paz tiene un servicio de transporte con teleféricos que, con sus diez líneas y 26 estaciones, es actualmente el más largo del mundo en su tipo. Las cabinas van y vienen en silencio, pasan por encima de las casas de ladrillo y los enormes edificios, a veces construidos al borde del abismo, y para los paceños es cosa de todos los días. No pueden tener subterráneos, porque está repleto de desniveles, pero tienen teleféricos y el efecto es asombroso. Las líneas verde, amarilla, roja, plateada, celeste se pueden combinar según para dónde subas o bajes.
¿No tenés plata para ir al Star Wars Galaxy’s Edge? ¡La Paz es mucho más alucinante!
Y lo mejor: su gente. Y el pollo frito. Y los tacos (los mejores que probamos nunca todos los que estuvimos ahí, en un pequeño puesto, mexicanos incluidos).
Bolivia Interactive Expo 2019
Este cronista fue invitado al BIX gracias a que Estructura lúdica es un libro muy querido por esos altos lugares. Así que fui —invitado por la floreciente Asociación Boliviana de Videojuegos— a hablar del método de diseño que planteo en esas páginas. Todo un honor, que compartí con varios ponentes de todas partes.
Entre ellos, estaban Alejandro Iparraguirre (FUNDAV, Argentina), Juan de Urraza (Possibilian Tech, Paraguay), Jesús Fabre (Brasil), Hernán López (Epic Llama, Argentina), Mario Valle (Altered Ventures, EE.UU.), Mauricio Navajas (ADVA, Argentina) y, desde diferentes ciudades de la misma Bolivia, gente hermosa como Manuel Soruco (Vox Populi Estudios), Ruth García (Ancestral Gods) y Armold Guzmán (Ancestral Gods), entre varios otros.
Esta primera BIX se realizó en la sede de la Escuela Militar de Ingeniería (EMI Irpavi) y estuvo organizado por los miembros de la ABV, con Amilkar Contreras —su presidente—, Daniel Canedo, Gerick Toro y Miguel Velazco y varios voluntarios, y con la colaboración del Ministerio de Planificación del Desarrollo a través de su Programa de Intervenciones Urbanas, destinado a promover la economía naranja.
Llaman economía naranja al «conjunto de actividades que de manera encadenada permiten que las ideas se transformen en bienes y servicios culturales, cuyo valor está determinado por su contenido de propiedad intelectual.» El desarrollo de videojuegos entra naturalmente en esta clasificación.
Allí nos encontramos también con el ingeniero John Tiñini Quispe, miembro del IEEE Games Technical Committee, del que soy vicepresidente este año.
Competencia de desarrollo de videojuegos
Intervenciones Urbanas entregó premios en dinero al Mejor Videojuego (50.000 Bs., equivalente a unos $7.000 USD), y cinco menciones de 21.000 Bs. (unos $3.000 USD) a Mejor Diseño, Mejor Narrativa, Mejor Audio, Mejor Arte y Mejor Innovación.
Así que, además de hablar un ratito y conocer una gran cantidad de genios de la vida, hice de jurado junto a varios de mis compañeros de viaje. Todos sin excepción quedamos sorprendidos por el nivel de calidad de los prototipos que vimos, alrededor de 30. Excelentes trabajos, la mayoría desarrollados en apenas dos semanas de abierta la convocatoria, y todos con temática local.
Vimos juegos con mineros, demonios, quirquinchos y hasta VR, innovadores, bien ejecutados, y que si se desarrollaran del todo no tendrían nada que envidiar a otros países.
Las menciones fueron: Churky (Mejor Diseño), Kharisiri´s Nights (Mejor Narrativa), Puma Punku (Mejor Audio), Jacobo’s Tale (Mejor Arte) y La sombra del desierto (Mejor Innovación). Este último, un juego de stealth y estrategia en VR. hecho por Ruth García, a mí particularmente me voló la peluca.
Pero la verdad es que muchos eran excelentes y nos costó decidir.
¿Cholitas Wrestling?
Juan de Urraza, diseñador y escritor paraguayo, quería ir de aventuras. La idea, en la que me prendí —por supuesto— era meterse en un teleférico infinito, un viaje de 45 minutos, para llegar a los Altos, donde ocurre un fenómeno turístico único en el mundo: lucha de cholitas.
Y allá fuimos, acompañados de un guía excepcional, el señor Iver Quispe, que además por poco ganaba con su juego Cholitas vs. Aliens, una cosa maravillosa que no se puede explicar. Hay que verlo.
De paso, cuento que Juan es un prolífico escritor y amante de la ciencia ficción. Nos regaló (¡autografiado!) su flamante novela «Blackout», basada en el MOBA para smartphones Fhacktions, hecho por su estudio Possibillian Tech. El libro cuenta los sucesos que llevaron a los eventos que se experimentan en el videojuego. Excelente.
¿Y las cholitas? Qué les puedo contar. El lugar es raro —encima que respirás como un pez fuera del agua—, la gente es rara, y las cholitas se cagan a palos, medio en broma, medio en serio. A veces se aplastan una lata de gaseosa en la cabeza, otras se meten un sillazo (de plástico) o arrastran por el suelo a algún turista desprevenido.
El esquema es el habitual del wrestling: hay un árbitro que está del lado de una de las luchadoras, y que si puede la patea en el piso, haciendo bramar al público. Ella y él luego gritan al público (y entre el público hay gente de la organización que también se encarga de arengar) pidiendo aprobación para partirle la cabeza a la cholita que está desparramada.
¡Pero en el último round la cholita perdedora se levanta y los apalea lindo a los dos juntos! El público pega unos gritos bárbaros, mientras come unas cosas fritas y reclama un souvenir en el puestito de la entrada, que te regala gaseosa y pochoclos o bien una cholita-action-figure.
De lejos, lo extraño de la situación y lo delirante de todo alrededor, con la Ciudad del Cielo alrededor, abajo y arriba, valió cada segundo que me ahogué en La Paz.
Agradecido por siempre a la Asociación Boliviana de Videojuegos y sus organizadores. Era cierto que por allá arriba todos tienen el corazón grande.