Hecho para un proceador doble Z80, fue uno de los primeros en utilizar más de un CPU pero, además, uno de esos juegos que por entonces tenían el don de innovar. No estaba todo hecho y era más fácil ser pionero.
Hacia 2005, Frogger siguió comercializándose en diferentes versiones y plataformas, licenciado por Sega, y hoy supera los 20 millones de copias vendidas en todo el mundo.
¿Qué hace de Frogger un juego tan atractivo? Uno de los principales elementos de cualquier gameplay, lo que llamamos el “core”, es la repetición. Y aquí el ciclo de repetir el esquema de juego -el intento de cruzar con la rana sin que la aplasten- tiene una cantidad de recompensas e incita a la supervivencia. Cada vez que cruzamos la calle hay un descanso y “alivio”, al cruzar el río una sensación clara de victoria, que también puede potenciarse cuando logramos entrar en una de las casillas con premio.
Además, hay una gran cantidad de maneras de perder una rana o la partida completa. ¡En concreto, nueve formas de perder! Es decir, lo que parece simple en realidad no lo es tanto, más bien por el contrario. La magia, en todo caso, es que a simple vista no parece ser un juego tan complejo, pero sin embargo tiene mucho para decir cuando se desmenuza el gameplay.
A medida que pasa el tiempo, el juego se torna más difícil, acompañando nuestro incremento en la habilidad para jugarlo.
Si vamos a confiar en la repetición inherente a todo core gameplay, tenemos que generar instancias de premiación, pero también apuntar a las razones por las que, por ejemplo, sobrevivir nos parece importante y divertido. Es un tema que cruza por debajo de una línea muy sutil, pero presente en casi todos los clásicos.
A modo de ejercicio, los invitamos a jugar y anotar todas las posibles formas de perder de Frogger. Recuerden: hay que encontrar nueve. ¡A sacrificar ranas se ha dicho!