ficción lúdica

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India

Chaturanga

Cuentan que, en la India, luego de un período de guerras sangrientas, por fin un rajah con mano de hierro logra imponer la paz. Tanta paz hay, que las guerras sólo se libran sobre un tablero de Chaturanga, un juego muy antiguo donde combaten cuatro ejércitos. Sobre los sesenta y cuatro cuadrados del «ashtapada» se colocan las formaciones militares, compuestas por cuatro soldados, un carro de guerra, un caballo, un elefante y el rajah. Cada ejército queda arrinconado en un ángulo del tablero, ocupando las dos primeras filas. Cuando las piezas se hallan en su sitio, mirados desde arriba los escaques vacíos dibujan una especie de cruz gamada incompleta.

Con los años, los cuatro ejércitos se convierten en dos y para que no haya dos reyes, se reemplaza un rajah por un visir o consejero. Cuando los persas invaden la India hace rato que allí se juega el Chaturanga. Las fuerzas del rey sasánida llevan el juego a su tierra y el Chatrang –así lo pronuncian– pasa a ser un hábito entre ellos.

En las piezas de Chaturanga, el caballo/ashwa salta en forma de L por encima de otras piezas; el carro/ratha es la figura más poderosa y se desliza hacia cualquier lado siempre que siga la ortogonal; el elefante/hasty se mueve de a dos escaques en diagonal; el rajah, de uno en uno en todas sus adyacencias; el visir, en diagonal de a uno; y la infantería/padatam, un paso hacia adelante. Hay que jaquear al rey enemigo.

En el siglo VII, los árabes llegan a Persia con sus tropas trayendo el mensaje de Mahoma y conocen el Chatrang, que inmediatamente diseminan por los territorios conquistados. De esta manera es como el Shandraj –así le dicen ellos– llega en poquísimo tiempo hasta las puertas de Europa, durante el Califato de los Omeyas. Con el tiempo, el Shandraj pasó a llamarse Al Xadraz.

 


Marvin Clock

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