1954
Wilmslow, Inglaterra
La manzana de Turing
Alan ha contribuido a la ciencia matemática durante toda su vida. En tiempos de la Segunda Guerra Mundial diseñó un procedimiento clave para descifrar el código Enigma, con el que los nazis encriptaban sus mensajes. Se dice que la guerra duró dos años menos gracias a él y, por tanto, ha salvado millones de vidas. Construyó algunos de los primeros computadores electrónicos programables del Reino Unido, participó de los orígenes de la cibernética y desarrolló un procedimiento –el Test de Turing– que permite medir la inteligencia de una máquina si sus respuestas durante la prueba son indistinguibles de las que daría una persona.
Dos años antes de su muerte, Turing ha escrito el primer programa de ajedrez, aunque no existe en ese momento ningún procesador capaz de ejecutarlo. Lo prueba con ayuda de un colega, donde uno hace de computador y el otro de persona. La partida es larguísima y tediosa, pero demuestra las posibilidades de la inteligencia artificial.
En 1952, evocando su infancia en la India, Turing trabaja en el campo de la biología matemática, en particular la morfogénesis. Su principal interés es comprender la existencia de los números de Fibonacci en las estructuras vegetales. Pero su amante, Arnold Murray, ayuda a un cómplice a robar las posesiones de Turing. Angustiado, acude a la policía. Lejos de ser una solución, es acusado de homosexualidad y el matemático, que siempre ha sido un rebelde, lo admite sin más. Sometido a juicio –bajo los mismos cargos que cincuenta años antes afrontara Oscar Wilde–, es obligado a elegir entre la cárcel y la castración química.
Los últimos años de Turing son amargos. Fallece en 1954, impotente y con el cuerpo deformado por las inyecciones de estrógenos. Turing ha mordido una manzana con cianuro. Sea suicidio o asesinato, el perdón oficial del gobierno británico llegará recién en 2013. Muchos sostienen que en su honor el logotipo de Apple es una manzana mordida.