ficción lúdica

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1958

Nueva York

El primer videojuego

Will Higinbotham diseña instrumentos de radar y mide trayectorias. La precisión de los misiles hace superior a la nación americana. Sus ojos electrónicos vigilan los cielos y los mares. La Segunda Guerra ha terminado, en parte debido a las bombas, pero la tarea nunca se detiene. Una mejor tecnología asegura la paz. Will no soporta la idea de volver a usar la energía nuclear para la muerte. Y es menester que los Estados Unidos sean los guardianes del mundo. Es la misión excepcional que Dios le ha dado al pueblo norteamericano y a todos los grandes hombres.

Durante meses, mientras perfecciona un sistema de direccionamiento de balística para el Ejército, su mente trabaja en algo por completo inofensivo. Quiere demostrar que los aparatos y relés electromecánicos, los potenciómetros, resistores y capacitores del Brookhaven también pueden crear felicidad. Y una de las computadoras Donner 30 recién llegadas podría ser la clave.

Dos días le lleva diseñar los planos para un juego de tenis junto a su compañero de equipo Dave Potter, curioso apellido, y con la ayuda del técnico Robert Dvorak, también un curioso apellido, trabajan durante tres semanas para tener el invento listo en la apertura de la muestra anual del laboratorio. El 18 de octubre, Tennis for Two se convierte en la principal atracción. Ofrece a los visitantes la posibilidad de interactuar con los instrumentos del laboratorio además de observarlos. Hay mucho asombro, todos quieren jugar. En la pantalla de un osciloscopio, una T invertida hace de red y la pelota es un puntito de luz que rebota de un lado al otro. La estela hipnotiza. Dos jugadores accionan un mecanismo compuesto por un dial y una pequeña palanca, especie de gamepad analógico creado por Will para alterar la trayectoria del pequeño proyectil deportivo que la Donner 30 calcula varias veces por segundo. En la mente de los visitantes de la muestra, que hacen doscientos metros de fila una y otra vez, es todo un partido de tenis de vista lateral, algo que jamás imaginaron posible.

En 1959, William está conforme con su invención y recibe a los visitantes con una nueva versión del juego, ahora bautizado Computer Tennis. La máquina tiene una pantalla de osciloscopio más grande y vistosa. Los periódicos de la época hacen eco de las largas filas de curiosos. Poco después, el comité técnico decide desmantelarla para reutilizar sus piezas y el prodigio queda en el olvido.

Will dejará el mundo en paz en el otoño de 1994.

 


Marvin Clock

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