1952
Hamburgo
Lilli, la pecadora
Son tiempos de postguerra y la ciudad va resurgiendo de los escombros. Hace casi diez años, una noche calurosa del verano del ‘43, comienzan los bombardeos bíblicos. Desde el 24 de julio hasta el 3 de agosto, la industriosa Hamburgo es aniquilada prolija y planificadamente. Las fuerzas aéreas británicas y norteamericanas desatan verdaderas tormentas de fuego gracias a las toneladas de azufre de las bombas incendiarias, que hacen elevar la temperatura tanto que achicharran el pelo, la ropa, disuelven los metales y provocan ráfagas de viento y llamas de metros de altura. Le dicen Operación Gomorra y el ataque cae sólo sobre la población civil de la abyecta Hamburgo.
Pero todo eso ya pasó y hay que seguir viviendo. Hace poco que circula un nuevo periódico, el Bild-Zeitung. Tiene un diseño moderno y titulares con impacto. Entre los bloques de texto y alguna publicidad que llenan las páginas, un día aparece una viñeta vertical con una sugestiva señorita adentro. Las palabras en la base de la ilustración dan sentido a la imagen de Lilli. Ha nacido una estrella.
Lilli, una rubia curvilínea, sexy, extrovertida y moderna, se mantiene sola con su trabajo de secretaria. Es joven, sale con amigos, es muy liberal en sus costumbres, pero fantasea con conocer a un hombre con dinero. Y bueno, Lilli se crió durante la guerra y arrastra carencias de todo tipo.
Los lectores quedan prendados con el personaje, y lo que era una changa para su creador, Reinhard Beuthien, termina siendo un trabajo fijo. Al tiempo, el dueño del diario hace trato con Hausser Co. y en 1955 sale a la venta una muñeca plástica llamada Bild Lilli. Es una especie de muñeca maniquí, en dos tamaños –29 cm. y 18 cm.–, pulposa, ojos y labios muy maquillados, con el peinado «cola de caballo» característico de Lilli que le crece en forma de pico desde la frente, los tacones altísimos y vestidos a la moda.
La muñequita no es un juguete barato, sale sus buenos diez marcos y está dirigida al público masculino. Se la encuentra en las tabaquerías y es un presente simpático. El tema es que tiene más éxito entre las niñas que admiran el atractivo y el desenfado de Lilli y aman vestirla o acomodarle el cabello. Pronto es un éxito infantil y salen a la venta montones de modelitos de trajes de baño, vestidos de fiesta, ropa sport y accesorios. Viene en versión rubia o morena.
Ruth Handler, casada con uno de los dueños de Mattel, la empresa de juguetes norteamericana, se pasea por Europa y la ve en una vidriera. Siempre a la búsqueda de ideas nuevas, compra varias muñecas, una para su hija Bárbara y otras para llevarlas a Mattel como modelos. Ruth, de tanto observar a Bárbara, está convencida de que las chicas prefieren las muñecas que parecen adultas.
Le lleva un tiempo convencer a los otros socios de hacer una fashion doll para niñas, pero en marzo de 1959 hacen la presentación de Barbie, casi un calco de Lilli salvo por los zapatitos desmontables, el cabello que nace de su frente en forma recta y unos aretes.
Seis años después, Barbie es un éxito en Estados Unidos y, con buen tino, antes de que el éxito se expanda por Europa, Mattel adquiere los derechos de Bild Lilli en 1964.
Y, como la historia la escriben los que ganan, la pícara y simpática Lilli desaparece.