ficción lúdica

92

1951

Gonnet, La Plata

La República de los Niños

Es 26 de noviembre y hace calor. La gente está alborotada porque dicen que viene el presidente a inaugurar La República de los Niños a las afueras de la ciudad. En el predio verde de cincuenta y tres hectáreas estaba el «Swift Golf Club», propiedad del frigorífico norteamericano instalado en la cercana Berisso. Allí mismo, desde 1949, se estuvo construyendo un parque temático estatal y gratuito exclusivo para niños, «los únicos privilegiados», tal como reza el leitmotiv peronista.

Luego de los discursos oficiales se corta la cinta, y el presidente, junto con el gobernador de la provincia, los funcionarios y el enjambre de camarógrafos, recorren el parque seguidos por una turba infantil, vecinos del barrio todos, fascinados de ver ese país de cuento terminado. Estuvieron trepados a la empalizada de madera durante los años que duró la obra, espiando los progresos.

Sus ojos descubren un verdadero catálogo de estilos arquitectónicos que mil seiscientos obreros levantaron ladrillo por ladrillo, inspirado en las historias de Hans Christian Andersen y los hermanos Grimm, las leyendas artúricas recopiladas por Thomas Malory y Alfred Tennyson en los siglos XV y XIX. Es el primer parque de este tipo en América del Sur.

Pero no es solo un parque recreativo porque el corazón del programa es la educación. En su interior, los edificios monumentales en escala liliputiense no son ni el Taj Mahal ni el Palacio Ducal de Venecia, ni castillos de hadas, aunque lo parezcan. Cada edificio es una institución democrática de la pequeña república: el parlamento, la casa de gobierno, el palacio de justicia, el banco, la capilla, la casa de la cultura, la aduana, los bomberos, la policía, el tren y el barco.

Hay quienes afirman que Walt Disney supo de esta república de colores, y entre otros parques de atracciones de los que tomó modelo para su Disneyland, estuvo este.

 


Marvin Clock

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