ficción lúdica

90

1951

South Kensington, Londres

El cerebro electrónico de Ferranti

Reponerse de la Segunda Guerra Mundial lleva tiempo y esfuerzo por parte del gobierno británico, que busca dar señales de progreso a los ciudadanos. Una de las maneras es el Festival Nacional de las Ciencias, donde cada año, a lo largo del país, particulares y empresas exhiben sus inventos más destacados.

Este año, la compañía proveedora de materiales eléctricos Ferranti, ansiosa por entrar en el negocio de las computadoras, no tiene nada para mostrar. Esto supone un problema para atraer futuros clientes. John Bennett es uno de los técnicos y, cuando el desastre parece inevitable, propone montar un dispositivo novedoso con el que llegar a tiempo para la exhibición. John recuerda el Nimatron que viera once años atrás en la distante Nueva York. Ferranti acepta y junto al ingeniero de la empresa, Raymond Stuart-Williams, diseñan los planos y construyen la máquina. El trabajo les toma de diciembre a abril. El resultado, al que bautizan «The Nimrod Digital Computer» y «el cerebro electrónico de Ferranti», es una máquina enorme operada por un procesador «más rápido que el pensamiento» y capaz de jugar una partida de Nim contra un ser humano. En el juego de Nim, netamente matemático, se arma una serie de hileras con fósforos u otros objetos y los jugadores se turnan para remover algunos o todos de una sola fila por vez, procurando no quedar últimos. Gran parte del tamaño del Nimrod se debe a los tubos de vacío que hacen las veces de fósforos. El procesador que opera el artilugio ocupa tan solo el dos por ciento del cuerpo.

Si bien la idea es demostrar lo que una computadora puede hacer, el carácter lúdico del invento maravilla a la concurrencia. La torre de coloridos tubos se destaca entre las otras muestras, mucho menos llamativas, y pronto es la atracción principal. Aparece en la portada de los diarios locales y en un programa radial de la BBC. Al año siguiente, el Nimrod es exhibido en la feria de Berlín. Ferranti tiene muchos nuevos clientes y John Bennett no puede sentirse más satisfecho.

 


Marvin Clock

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