ficción lúdica

195

1983

Ciudad de Salta, Argentina

Insert Coin

La avenida siempre está atiborrada. Nos movemos rápido, esquivando obstáculos, riéndonos por anticipado, a veces con la seriedad de quien va comprometido con algo importante, algo casi místico que escapa a la comprensión del resto de los mortales. Cruzamos entre los vehículos como si fuésemos la rana de Frogger. La entrada del local aparece y desaparece tras una interminable corriente humana. Cuesta encontrarla. No es una vidriera luminosa como Iowa o Paipi. Cuando entramos, la luz diurna da paso a un mundo sumido en la penumbra multicolor. Es una galería larga, repleta de cabinas de arcade de un lado y del otro. Tenemos la sensación de lo prohibido, aunque no lo sea.

Avanzamos con el Gordo José y en ese momento somos dos guerreros, o dos pilotos, o dos autos deportivos, o dos comecocos. Las máquinas nos saludan con sonidos intermitentes, nos reconocen incluso entre el intenso humo de tabaco. El corazón late al ritmo de la música y los gritos de otros que, como nosotros, saben del secreto.

Las manos hurgan en los bolsillos del pantalón y encuentran dos o tres fichas. Son plateadas, con dos ranuras de un lado y tres del otro. Hay que acercar los ojos a la pequeña leyenda en el frente de la máquina, justo debajo del cenicero ennegrecido: INSERT COIN. La ficha es una llave mágica. Cae al interior con un débil sonido metálico y es en ese instante que comienza el sueño.

 


Marvin Clock

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