ficción lúdica

143

1975

Estados Unidos

Don Valentine

El inversionista Donald T. Valentine pasa a la historia por prestarle veinte millones a Nolan Bushnell, destinados a agrandar la planta de producción de Atari. Harold Lee y Al Alcorn han logrado recrear el poderoso Pong en un único y simple circuito integrado. Y entonces nace la versión hogareña del juego, esta vez sin quejas de Magnavox porque cedió derechos. Todavía es caro para el bolsillo medio, por eso Nutting ni Bally ni nadie se quieren asociar en la aventura; pero Bushnell consigue un acuerdo con Sears, empresa que fabrica y distribuye televisores en todo el país. La pequeña caja con diales gemelos sólo sirve para jugar a Pong, no tiene otro propósito, pero es igualita al juego de las recreativas y cualquiera puede rebotar pelotas horas y horas sin gastar monedas y en la comodidad de su living, siempre que tenga un televisor donde ver la partida.

Furor endemoniado y no importa que cueste un billete de cien. Por primera vez el público nota que los videojuegos no guardan relación directa con la mafia, ni tienen que estar en cuevas oscuras, y además los chicos pueden jugar. En Navidad el Sears Tele-Games Pong vende ciento cincuenta mil consolas. Y de nuevo empiezan a brotar los clones en todo el mundo. En un par de años serán alrededor de sesenta modelos y solo en los Estados Unidos habrá trece millones de maquinitas.

 


Marvin Clock

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