ficción lúdica

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1972

California

La primera consola

Hay que fijar la lámina multicolor a la pantalla del televisor, meter la tarjeta de juego en la consola y pasar la mejor tarde posible. Puede ser en una mansión embrujada donde uno de los jugadores es un detective que debe recoger todas las pistas antes de que lo capture el fantasma, o un Simon Says, o el juego de tenis, o un submarino que esquiva torpedos.

No hay sonidos –no los habrá hasta la llegada de Atari 2600– ni reglas demasiado exigentes, pero sí mucha diversión. Las familias norteamericanas, y pronto las de once países más –Australia, Bélgica, Francia, Alemania, Grecia, Israel, Italia, la Unión Soviética, España, Suiza, el Reino Unido y Venezuela–, disfrutan de un nuevo tipo de entretenimiento que hasta entonces sólo estaba en los grandes mainframes universitarios, inaccesibles para la mayoría.

Ralph Baer ve crecer su invención más lejos de lo imaginado. Idas y vueltas, y tras fallar acuerdos con TelePrompter y RCA, han desplazado la Brown Box a manos del fabricante de televisores Magnavox, que vende en muchos países del mundo. La consola ha sido rediseñada. Ahora tiene una carcasa más estilizada, sólo muestra imágenes monocromáticas (incluir color elevaría el costo de fabricación y en la época casi nadie tiene televisores color), los juegos ya no se eligen con un selector, sino que, en su lugar, trae tarjetas capaces de cambiar el circuito de la consola al ser enchufadas. La ahora llamada Magnavox Odyssey viene de fábrica con dos controles y 12 juegos incluidos (10 en algunos países). Seis más se venden por separado o en packs de tres. En total son 28 repartidos en 11 tarjetas. El rifle se ofrece con el exitoso Shooting Gallery, que tiene cuatro variantes de tiro al blanco. Además de las hermosas láminas plásticas para fijar en la pantalla del televisor, la consola se acompaña con dinero de juguete, fichas de póker, dados y pequeños manuales con indicaciones para cada tarjeta de juego. Los jugadores llevan el conteo de puntos en forma manual.

Hasta 1975, fecha en que dejaría de fabricarse, venderá cerca de 350 mil unidades. No se considera un gran éxito comercial. Las razones podrían ser dobles: un precio elevado para la época, 99 dólares (más de 550 en la actualidad) o 50 dólares si se adquiere con un televisor Magnavox; por otro lado, la empresa la promociona diciendo que solamente anda con televisores de su marca, algo que provoca el malestar de los compradores (y el de su principal inventor, que aspiraba a un precio de 20 dólares mientras trabajaba en la Brown Box).

Años subsiguientes darán paso a diez nuevos modelos, algunos con juegos fijos para abaratar el precio. En 1978, Magnavox, ahora una subsidiaria de North American Philips, lanzará la segunda generación. Su nombre será Magnavox Odyssey2, en Brasil conocida como Philips Odyssey. Ralph Baer, mientras tanto, dedicará su tiempo a crear juegos y juguetes. En 2004 recibirá la Medalla Nacional de Tecnología e Innovación de manos del presidente George W. Bush, por su aporte al desarrollo de la industria de videojuegos, y su vieja Brown Box pasará a formar parte de la colección del Smithsonian, en Washington.

Desde 2013, Odyssey se encuentra en exhibición en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Ralph H. Baer, o Rudolf Heinrich Baer, padre de los videojuegos, fallecerá un año más tarde.

 


Marvin Clock

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