ficción lúdica

121

1967

New Hampshire

El padre de los videojuegos

El cuarto secreto, en el sexto piso de la división de diseño de equipamiento de Sanders Associates, ve crecer el prototipo de lo que será la primera consola de videojuegos de la historia. La caja, del tamaño de un cajón de escritorio, contiene transistores, resistencias y condensadores, y hace magia: transmite una señal que un televisor estándar puede sintonizar como un canal. Ralph la llama Channel LP, por «Let’s Play». Muestra dos puntos de luz sobre la pantalla negra, que se mueven a voluntad de los jugadores mediante cajas con perillas, un botón y gruesos cables conectados al prototipo.

Ralph y Bill llegan al cuarto secreto cada noche, después del trabajo habitual, cansados, pero siempre con alguna idea. Una de esas noches, pegan la foto de un balde sobre la pantalla del televisor, para ver nacer el primer juego de la consola: llenar el recipiente de «agua» apretando botones como dementes. Las carcajadas nocturnas preocupan al personal de limpieza, poco acostumbrado a ese tipo de conductas, y el rumor se extiende por todo el edificio: algo raro pasa por las noches en el sexto piso, deber ser una nueva arma secreta. El siguiente prototipo incorpora dos novedades ideadas por Ralph: un juego de persecución donde el punto de luz de un jugador intenta chocar al otro, y un rifle de juguete capaz de acertar un blanco en la pantalla, inspirado en los juegos de puntería de las ferias de diversiones.

El cuarto deja de ser secreto cuando Ralph da a conocer el prototipo a sus jefes, que no alcanzan a ver cuál beneficio podría traer a la compañía el desarrollo de la cosa, pues Sanders es un contratista bélico. El ingeniero insiste, porque no todo es guerra en la vida, así que, a pesar de la desconfianza, acuerdan la posibilidad de vender la patente a otra compañía, quién sabe. Le dan a Ralph unos pocos miserables dólares para que siga con el proyecto, que pasa a ser oficial y diurno, aunque todavía de locos.

Cada prototipo agrega funciones nuevas y varios juegos nuevos, en especial gracias a la creatividad de otro Bill, el ingeniero Bill Rusch, que se suma al equipo con verdadero entusiasmo. A Baer le parece insoportable pero el tipo es un demente genial y siempre aparece con algo nuevo, como cuando consigue sumar un tercer punto de luz en pantalla y diseña un juego de ping pong que deviene en torneo contra el personal de limpieza.

Es un año intenso, que culmina con el quinto prototipo, una venta fallida a TelePrompter Corporation y la salida de Bill Rusch del proyecto (porque debía ocuparse de asuntos más serios). El séptimo y último prototipo estará listo un año después, en enero de 1969, y será conocido como Brown Box, «la caja marrón», porque, bien, seguirá teniendo el aspecto de un cajón de escritorio. Contará con varios tipos de control, incluyendo las cajas con diales y la light gun en forma de rifle. El conjunto incluirá láminas impresas en plástico de colores para fijar sobre la pantalla del televisor de acuerdo al juego elegido. Es por esta máquina increíble que Ralph Baer se considera el padre de los videojuegos.

 


Marvin Clock

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