1962
Coney Island
It came from outer space!
Este año Jimmy cumple doce y como regalo pide un día en Astroland, el parque de diversiones que abrió hace poco. Papá frunce la nariz, pero Jimmy le explica con paciencia que Astroland no es como los demás. ¡Es un parque de la Era Espacial! Papá insiste en llevarlo a ver El satánico Dr. No, el nuevo éxito de taquilla, una de espías, que tanto le gustan.
Pero Jimmy prefiere las películas de alienígenas que vienen a invadir la Tierra patria desde Marte, el planeta rojo. Ama esas naves circulares con cápsulas metálicas, pespunteadas de remaches y con ventanillas redondas de vidrios gruesos como los anteojos de papá. Se imagina de grande piloteando una para salvar el mundo del soviet marciano y de paso ametrallar el Sputnik en justicia por Laika. ¡Pobre Laika!
Papá no sube a la Astrotower giratoria porque dice que se marea, en cambio deja que Jimmy suba solo y lo espera abajo con su eterno periódico. Jimmy viaja a la Luna sin papá, a bordo del Cabo Cañaveral Satellite Jet, y cruza cielos estelares montado en un coche-burbuja en el Mercury Capsule Skyride. Le viene bien para acostumbrarse, los viajes interplanetarios suelen ser solitarios. Entrada la tarde y habiendo gastado todos sus pases, papá sugiere marcharse. No quiere que los agarre la noche. Coney Island ya no es como en su época. Los parques son menos y tienen poco brillo. Las moles de cemento de los edificios en bloque le cambiaron el aspecto y esos veinte pisos de vivienda de bajo costo los supone habitados por malandras. Jimmy fantasea que las feas gentes que invaden el arcádico Coney Island de papá son mutantes producto de la radiación. Jimmy sabe que la guerra fría es bastante más caliente. Entre enero y diciembre de ese año explotan de manera controlada noventa y seis bombas atómicas a escasos cien kilómetros del infierno de Las Vegas y en un par de paraísos del Pacífico.
Jimmy sigue yendo a Astroland ya sin su padre, y un día deja de ir. Regresará en 1978 para probar Cyclone, la demencial montaña rusa de madera de 1927, legendaria, que el parque ofrece como atracción casi museística. La promesa de futuro de Astroland ya le resultará ridículamente anticuada. Tampoco Jimmy aprenderá a pilotear naves. Se conformará matando invasores en las salas de arcades.