1978
Nueva York
It’s a shit!
—El 2600 es obsoleto. ¡Un pedazo de caca! –aúlla Nolan Bushnell, por supuesto en inglés fluido, en la lujosa sala directiva de Warner.
Todos están asombrados, y aterrados. La consola no repunta del todo. Se han vendido quinientas mil de las ochocientas mil fabricadas en Hong Kong, y la compañía está poniendo dinero para tapar los agujeros financieros de Atari. Bushnell está loco además porque tiene encima a un gerente puesto por Warner, Ray Kassar, y ambos hombres intercambian miradas asesinas todo el tiempo.
Son personalidades muy disímiles, con formas de manejo empresarial por completo opuestas. Mientras Bushnell sigue conduciendo Atari desde su visión ingenieril y priorizando la creatividad y la diversión –las fiestas y el reviente tradicional siguen celebrándose porque de allí brotan las mejores ideas– el manager de Warner quiere imponer un estilo distinto, que incluye saco y corbata. Atari lucha entre ser una compañía creativa o una ajustada a los resultados financieros; entre depender del departamento de diseño o el de marketing. No puede haber dos jefes, se ofusca Bushnell, que renuncia a su propia compañía en enero de 1978.