ficción lúdica

23

1283

Castilla

Alfonso, el sabio

Al enemigo moro le reconoce su refinadísima cultura. Está cansado de gobernar sobre gentes bárbaras, y está convencido de educar a la rústica nobleza castellana. Para eso no hay nada mejor que la autoridad del rey. Aunque mucha autoridad no logra imponer entre ellos. Alfonso sabe que no heredó la sagacidad política de su padre, así que emplea otras armas.

Está decidido a sacarle brillo a España, opacada durante siglos por la magia de su vecina al-Ándalus. Lo primero es escribir la historia, contarla de una manera que favorezca a su reino. Encarga a los cronistas la redacción de dos grandes obras. Una sobre España y otra sobre el mundo.

Las crónicas alfonsíes, manuscritas en bellísimos volúmenes, bien encuadernadas y con ilustraciones de colores brillantes, están redactadas en castellano para que puedan ser leídas por sus gobernados, que de latín sólo oyeron el pater noster en boca del obispo.

Alfonso es pragmático a la hora de rodearse de intelectuales. Lo que no se consigue en Castilla y León, lo trae bien pagado de afuera: hebreos, musulmanes, italianos, y otros de regiones remotas, son quienes integran su recién creada Escuela de Traductores de Toledo. Una usina donde todo el saber es recogido, sistematizado y publicado. Esa es la orden del rey.

Allí se producen obras en prosa como las Cantigas de Santa María, el Lapidario, un tratado sobre piedras, y las Tablas astronómicas. Y también los Libros de acedrex, dados e tablas, uno de los escritos más importantes y completos sobre el tema, porque Alfonso X sabe que el juego es quizás una de las expresiones más altas de la cultura. 

 


Marvin Clock

[21:23:30]   15

COMPARTIR