ficción lúdica

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Estrasburgo

El gallo de Estrasburgo

La ciudad bañada por el Rin tiene su altísima y alargada catedral.  Sólo una de sus torres, que parece perforar el cielo, está terminada. Se va construyendo de a poco. Lleva casi dos siglos en eso. Este año las autoridades comunales deciden encargar la construcción de un reloj astronómico que será orgullo de los vecinos.

El reloj, además de marcar el paso de las horas, tendrá unas cuantas complicaciones más. Vendrá con un astrolabio de bronce para calcular la posición y la altura de las estrellas y los ciclos y epiciclos de los astros. También un calendario perpetuo para determinar qué día de la semana caerá determinada fecha y que abarcará siglos. Y un carillón con una decena de campanas que, al cumplirse cada hora, repicarán una música celestial accionada por grupos de autómatas, los llamados jaquemart, hombres con martillo. Otros seres mecánicos acompañarán con movimientos y cantos. Entre ellos se destaca uno: un gallo que al moverse hará su quiquiriquí con un sistema interno de trompetas.

Pasa un buen tiempo hasta que el artefacto queda completamente instalado en la catedral. Un sentimiento de superioridad anida en el corazón de los estrasburgueses. Tal vez consecuencia del pecado de soberbia, pocos años después un terremoto en la región provoca daños en la catedral. Pasan los siglos, las guerras y las catástrofes, el reloj deja de funcionar y se pierden parte de sus piezas, reutilizadas vaya a saber cómo. El gallo sigue ahí, herrumbrado pero entero.

 


Marvin Clock

[22:25:29]   7, 8

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