ficción lúdica

13

90 a.C.

Alejandría

El Mago

Así lo llaman a Herón, el genio vivo más extraordinario de la historia. Habita y trabaja en el «Museion», edificio lindante a la gran biblioteca a la que ha contribuido con varios tratados: Pneumática, Autómatas, Catóptrico, La métrica, Sobre la dioptra. Es tan prolífico que a cada rato aparece con un aparato nuevo. Grúas, bombas de agua que sirven para apagar incendios, jeringas para los enfermos, un órgano hidráulico y una máquina expendedora de agua para devotos que –previo pago de un sestercio por la ranura– acciona una palanca y deja caer el líquido. Todos los artefactos están propulsados por fuego, agua o aire.

Con la «eolípila», su máquina a vapor, puede abrir y cerrar dos pesadas puertas de bronce sin intervención humana. Herón hace instalar el mecanismo en el pórtico de un templo. La llama encendida en la pira arde en honor al dios. Dentro del mecanismo oculto, el calor del fuego transforma el agua en vapor, que viaja con violencia por un sistema de tubos. Las puertas se abren con estruendo frente a los feligreses. El efecto es extraordinario. Los fieles redoblan su devoción y los descreídos comienzan a creer.

Otros sencillamente son escépticos y valoran el espectáculo. Pero Herón tiene una máquina para cada público, y para estos inventa su teatro de autómatas. Una miniatura mecánica que representa los cinco actos de La leyenda de Nauplio. No es una obra muy larga, pero está detallada hasta en sus intermedios y cambios de escenas, con efectos de sonido y luces. Son diez minutos llenos de personajes humanos, dioses y animales que se mueven con minucia, construyen barcos, navegan y naufragan en las aguas tormentosas. El secreto de los autómatas es un sistema de cordoncitos enrollados con prolijidad en un cilindro que se mueven según un programa trazado con antelación.

Herón nunca lo sabrá y tal vez ni lo imagina, pero su teatrito será uno de sus inventos más copiados en el futuro. 

 


Marvin Clock

[12:13:17]   7, 8, 11

 

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